miércoles, 12 de marzo de 2008

El desamor y la muerte


Las razones por las que alguien decide romper la relación amorosa de pareja o el vínculo establecido no importan demasiado. ¿qué más da la causa?. Si alguien realmente desea partir hay que aceptar sus razones.
Comprendámoslas o no, sean razonables o absurdas, estemos o no de acuerdo, responden al deseo de partir de la persona, y es una realidad que hemos de aceptar.

Cuando paso esto debemos de atravesar distintas fases para poder hacer el duelo, la despedida de lo que fue y aceptar lo que es.

Primera fase que debemos atravesar: negación y aislamiento:
La negación funciona como un amortiguador después de la noticia inesperada e impresionante, permite recobrarse, y con el tiempo, mover otras defensas, menos radicales.
La primera reacción de la persona que se enfrenta a un pérdida puede ser un estado de conmoción temporal del que se recupera gradualmente. Cuando la sensación general de estupor empieza a desaparecer y consigue recuperarse, su respuesta habitual es “No , no puedo ser yo”
Segunda fase: ira: cuando no se puede seguir manteniendo la primera fase de negación, es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia, y resentimiento. Lógicamente surge la siguiente pregunta: “¿por qué yo?”
Tercera fase: pacto: esta fase es menos conocida pero igualmente útil para la persona que sufre una pérdida, aunque sólo durante breves períodos de tiempo. Si no hemos sido capaces de afrontar la triste realidad en el primer período, y nos hemos enojado con la gente y con Dios en el segundo, tal vez podamos llegar a una especia de acuerdo que posponga lo inevitable.
El pacto es un intento de posponer los hechos, incluye un premio “ a la buena conducta”, además fija un plazo de “vencimiento” impuesto por la misma persona, y la promesa implícita de no pedir nada si se le concede este aplazamiento.
Cuarta fase: depresión:
Su insensibilidad o estoicismo, su ira o su rabia serán pronto sustituidos por una gran sensación de pérdida.
Se pueden dar también sentimientos de culpa o vergüenza.
Quinta fase: la aceptación: si una persona, que ha tenido una pérdida, ha tenido bastante tiempo y se le ha ayudado a pasar por las fases antes descritas, llegará a una fase en la que se “destino” no le deprimiría ni le enojará.
No hay que confundirse y creer que la aceptación es una fase feliz. Está casi desprovista de sentimientos. Es como si el dolor hubiera desaparecido, la lucha hubiera terminado y llegara el momento del “descanso final antes del largo viaje”.

Estas fases constituyen en sí mismas mecanismos de defensa frente a situaciones difíciles, duran diferentes períodos de tiempo, y se reemplazarán unos a otros o coexistiendo a veces.
El desamor, cuando es irreversible, hay un momento en que se conoce esa irreversibilidad, tiene que poder ser aceptado. Eso requiere una preparación, un tiempo en que todo nuestro cuero se prepara para la despedida. Todo nuestro cuerpo, está implicado. A veces quisiéramos-mental, intelectualmente-hacer una despedida rápida, pero nuestras emociones nos lo impiden y nuestro cuerpo no está preparado.

Toda la amalgama de sentimientos por los que se atraviesa, de estados de ánimo, de fantasías y fantasmas (miedos), comportamientos de búsqueda de acercamiento y alejamiento, corresponden al proceso de desajuste entre el pensar, el sentir y el actuar, entre lo corporal, lo emocional y lo mental. Cuando se integra totalmente, con todo nuestro cuerpo sensitivo, pensante, emotivo y espiritual la despedida, se puede decir que ya hemos pasado el duelo y nos hemos despedido. A partir de ahí la personas requerirá otro tiempo para hacer una nueva apertura, iniciar un nueva etapa, renacer a otro momento.

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